Para acabar el ejercicio miré las dos listas y poco a poco fui leyendo las dos partes.
Sentí qué pasaba dentro de mí y me fui dando cuenta de que yo también soy lo contrario de lo que pensaba que era.
En cada momento, en cada situación, sale una cualidad nuestra. Algunas veces de manera más consciente y otras de manera más inconsciente.
Según lo que me pasa, con quién me pasa o dónde me pasa yo soy de una manera o soy de otra.
El reconocernos en las dos partes nos ayuda a encontrar nuestro equilibrio y a respetarnos en cada emoción vivida.
¡Fue fantástico ese momento en qué me di cuenta de que yo lo era todo!
Ya no tengo porque encasillarme en unas cualidades. Lo tengo todo y todo es necesario para SER. Para reconocerme en mi simpatía tengo que haber sentido la antipatía.
El yin y el yang. El día y la noche. El amor y el odio. No existe el uno sin el otro.
¿Te atreves a hacer tu lista?
¿Te atreves a mirar qué sientes cuando lees que posiblemente también eres lo contrario de lo que pensabas que eras?
Hola Maru, este ejercicio es muy sencillo y los resultados conmueven de lo profundos que pueden llegar a ser en el tiempo. Aceptamos que hay día y noche, pero en nosotras parece que sólo aceptamos nuestras luces como si no se necesitara de la sombra que la luz proyecta para tener una imagen completa. Me alegra muchisimo que escribas este blog. Un abrazote
Ainhoa
Cada día valoro más las cosas sencillas y todo lo que me pueden aportar. Y, dándome el permiso para trabajar mi sombra, mi luz puedo verla un poco más clara. Gracias por mostrármelo. ¡otro abrazo para ti! 🙂